El aparato circulatorio transporta la sangre por todo el organismo. La sangre toma el oxígeno del aparato respiratorio y las sustancias alimenticias del aparato digestivo y los distribuye por todo el cuerpo humano. Además de la sangre, recoge los desechos y los lleva a los riñones para expulsarlos por la orina, y el dióxido de carbono es llevado a los pulmones para ser expulsado a través de la respiración.
Una alimentación inadecuada favorece la formación de placas de grasa, calcio y toxinas en las paredes de los vasos sanguíneos.
Poco a poco estos vasos sanguíneos, en lugar de estar flexibles como de forma natural se espera que estén, se van obstruyendo y volviendo rígidos, impidiendo la circulación correcta y originando problemas serios y peligrosos como la hipertensión (rigidez excesiva de las arterias), anginas de pecho o embolias. Además, cuando la sangre no puede circular con facilidad por sus vías de tránsito, las funciones del cuerpo relacionadas con el metabolismo no pueden realizarse correctamente y tendrá problemas para obtener nutrientes y oxígeno suficientes.